SARS-CoV-2 e inmunización
El cuerpo humano tarda hasta 21 días en inmunizarse por completo. Para entonces el invasor ya se ha podido replicar de forma exponencial
El tiempo juega a favor del nuevo coronavirus. Una
sola partícula viral de SARS-CoV-2 puede hacer hasta 100.000 copias de sí misma en apenas 24
horas.
En cambio, el sistema inmune tarda entre 15 y 21
días en montar una respuesta completa contra el virus. Pero el sistema inmune
humano es una de las maquinarias biológicas más refinadas que existen. Está
formado por decenas de miles de millones de células altamente especializadas en
localizar y destruir cualquier patógeno. Por eso, en la mayoría de casos,
nuestras defensas acaban ganando la batalla al coronavirus. Así es como lo
hacen.
1ª
línea de respuesta. Casi de forma inmediata, después de que la primera partícula
viral haya entrado en una célula, acuden los primeros efectivos del sistema
inmune: los macrófagos. Estas son células devoradoras de patógenos y desechos
que están presentes en casi todos los tejidos del cuerpo.
En estos primeros momentos de la infección también
entra en juego otro tipo de células inmunes que nunca dejan de vigilar: las
asesinas naturales.
Los lisosomas, orgánulos
encargados de degradar material intracelular de origen externo, machacan el
virus. Los desperdicios (fragmentos de proteínas y ARN del virus) servirán como
retratos robots (antígenos) para que otras unidades especiales sepan
reconocerlo y matarlo.
Si la infección no es grave, los macrófagos bastarán
para eliminarla.
Esto probablemente es lo que le sucede a la mayoría
de gente, por eso el coronavirus no produce síntomas o solo síntomas leves en
el 80% de los casos.
Cuando los macrófagos actúan pero no consiguen
vencer al invasor empiezan a dar la voz de alarma para que vengan refuerzos.
Lo hacen produciendo citoquinas, proteínas que
controlan la inflamación. Las citoquinas (en concreto la interleuquina-6 o IL6)
no solo generan inflamación local. Estas moléculas viajan por la sangre hasta
otros órganos, concretamente a cerebro, hígado y médula ósea.
En el hipotálamo influyen en el sistema
termorregulador de la temperatura corporal, lo que produce fiebre, que es una
función básica para lanzar una alerta general.
Una vez en la médula ósea activan la producción de
más macrófagos que a su vez producirán más citoquinas lo que puede contribuir a
un círculo vicioso que acaba en colapso.
Se encarga de encontrar células infectadas e iniciar
el proceso para destruirlas o bien que ellas mismas se suiciden (apoptosis).
Estos dos marcadores (la proteína C y la ferritina),
junto con otros marcadores, se están usando para predecir qué pacientes tendrán
complicaciones graves, pues están mucho más altos en los pacientes de peor
pronóstico.
Muchas de las muertes por covid-19 se deben a una
"tormenta de citoquinas", una sobrecarga de proteínas inflamatorias
que acaban colapsando al sistema inmune. Esto puede suceder cuando los
macrófagos son incapaces de resolver por sí mismos la infección. Las citoquinas
segregadas por los macrófagos refuerzan la llegada de nuevos macrófagos y estos
a su vez producen más citoquinas inflamatorias, lo que puede llevar el sistema
inmune al agotamiento y al colapso.
En primera línea de respuesta del cuerpo también
están las células NK, o asesinas naturales, cuya misión es la localización y
destrucción de las células infectadas. Las células NK viajan por el cuerpo
comprobando que todas las células están sanas. Todas las células sanas están
recubiertas de proteínas que les sirven de salvoconducto ante las NK. Si la
célula está infectada pierde esas proteínas. Las células NK lo reconocen y destruyen
la célula infectada.
2ª línea de respuesta: Las células dendríticas son
el enlace entre la primera y la segunda línea de defensa. Estas también
engullen trozos del virus y se lo llevan por el sistema linfático hasta los
ganglios, que son como cuarteles donde están el resto de miembros del sistema
inmune.
Los linfocitos B se encuentran directamente con el
virus o el antígeno. Las células dendríticas le presentan el virus a los
linfocitos T colaborador, que ayudarán a otras células a ejercer su acción. Ponen
en marcha a los linfocitos T citotóxicos, capaces de viajar por el torrente
sanguíneo, llegar al lugar de la infección y destruir a las células infectadas.
Hay millones de variantes de linfocitos B. Cada una
tiene un tipo concreto de anticuerpo, que es como una llave. Cuando un linfocito B puede encajar su llave
perfectamente en la cerradura del virus (una proteína de su envuelta exterior) comienza el proceso para fabricar miles de
copias de sí mismo. Estos linfocitos se transforman después en células
plasmáticas que viajan por la sangre a todos los tejidos. Allí lanza anticuerpos a todas las partículas
virales que encuentre.
Tienen solo dos brazos pero mucho mejor adaptados
para unirse al virus, bloquearlo y convocar a otros organismos para que lo
destruyan. Son moléculas con 10 brazos con los que potencialmente pueden unirse
a una de las proteínas del virus, lo bloquean y convocan a otros organismos,
como los macrófagos para destruirlo. Además, los anticuerpos ayudan a las células
NK a unirse a la célula infectada y destruirla.
En ocasiones, todo este proceso genera una
"tormenta de citoquinas" que sobrecarga el organismo con proteínas
inflamatorias que acaban colapsando e
Hay 10.000 millones de variantes de linfocitos B.
Cada una tiene un tipo concreto de anticuerpo, que es como una llave. Ponen en marcha a los linfocitos T
citotóxicos, capaces de viajar por el torrente sanguíneo, llegar al lugar de la
infección y destruir a las células infectadas.
Cuando un linfocito B puede encajar su llave
perfectamente en la cerradura del virus (una proteína de su envuelta exterior) comienza el proceso para fabricar miles de
copias de sí mismo. Estos linfocitos se transforman después en células
plasmáticas que viajan por la sangre a todos los tejidos.
El sistema inmune también envejece, por eso las personas
mayores tienen más posibilidades de sufrir complicaciones o de morir por
covid-19.
Una de las preguntas más importantes en esta
pandemia es cuánto dura la inmunidad adquirida después de una infección. Aún no se sabe. Hasta ahora se ha observado que hay anticuerpos
hasta al menos 39 días después de la aparición de los primeros síntomas. En
estos momentos hay estudios en marcha para determinar si estos agentes siguen
presentes durante más tiempo y si pueden neutralizar al virus pasados meses de
la primera infección.
Algo similar pasa con los linfocitos. La respuesta
inmune completa implica la producción de linfocitos de memoria que son capaces
de volver a detectar la infección pasado mucho tiempo y reiniciar una respuesta
inmune que acaba con ella en muy poco tiempo. Ahora mismo hay en marcha
estudios en España y otros países sobre la cantidad y efectividad de los linfocitos
a medio plazo. En este sentido se ha observado que algunos pacientes montan una
defensa inmune innata correcta, pero sus linfocitos están muy debilitados, lo
que puede contribuir a complicaciones graves e incluso la muerte.
Los estudios en profundidad de
anticuerpos y células inmunes son fundamentales para el desarrollo de una
vacuna efectiva. Si la respuesta inmune fuese incompleta o poco duradera haría
más difícil desarrollar una inmunización efectiva pasado el tiempo, lo que es
esencial para terminar con esta pandemia.